miércoles, 15 de febrero de 2017

Cuando la Educación Ambiental no interesa




Educación. Probablemente haya pocas palabras en nuestro lenguaje que generen tanto consenso. Todo el mundo coincide en la importancia de educar a los jóvenes para que desarrollen una mentalidad crítica y que, en palabras llanas, no sean unos ignorantes a los que tomen el pelo. La Educación Ambiental gira en la órbita de la anterior definición, y además cumple una función social y de interés general: no solo trata de formar a nuestra juventud en términos medioambientales, sino que resulta esencial para que la sociedad aprenda a respetar nuestro patrimonio natural y actue en consecuencia. Ya conocen el dicho: aquello que no se conoce, no se valora y difícilmente podrá ser respetado.




La Educación Ambiental se enfrenta a un reto cada vez mayor a consecuencia de la brecha existente entre la población urbana y el medio natural: ya no solo debe concienciar sobre qué acciones son negativas o no para la conservación de nuestros ecosistemas, sino que además debe explicar a los jóvenes urbanitas como son esos ecosistemas y como se gana la  vida la gente que vive en ellos y no en ciudades. Si no se les explica este tipo de cuestiones se generan situaciones rocambolescas, como que los niños no sepan de donde procede la leche, o que sea el cine y la televisión quienes eduquen a nuestros hijos en estos menesteres. Para evitar lo anterior, son desarrollados multitud de programas de Educación Ambiental financiados con dinero público que potencian las visitas de escolares a centros de interpretación de la naturaleza, granjas, huertos urbanos e incluso charlas impartidas en las propias aulas. Nadie dudará de que un escolar que aprenda que para comer verdura o carne se necesita agricultura y ganadería, o que para proteger a nuestras especies emblemáticas se necesita preservar sus hábitats, será un joven con mayor capacidad crítica y de interpretar de una manera más contextualizada las demandas de nuestro medio natural. Por ello, la Educación Ambiental es puesta en un pedestal por todo aquel que siente algo de simpatía por nuestro patrimonio natural y su futuro. 

Sin embargo, existen excepciones. Hay un tipo de Educación Ambiental que parece no ser adecuada, de manera que determinados aprovechamientos de nuestros recursos naturales no deberían ser divulgados entre los jóvenes. Esto parece desprenderse de la información publicada esta semana en el eldiario.es (1), en el que se acusa a un programa educativo que ilustra a los escolares extremeños sobre la actividad cinegética de ser un ejercicio de captación de nuevos cazadores financiado por la administración pública. Lo que viene a decirnos este artículo es que explicar a los escolares en que consiste la caza y cuál es su importancia en la vida social y económica de Extremadura convertiría automáticamente a esos jóvenes en autómatas pro-caza que matarían animales por placer. Lo que quizás no se haya planteado quien escribió esta información es que una persona que conoce distintas perspectivas sobre una actividad, sea la caza o el periodismo, estará más capacitada para juzgarla de una manera crítica, y no al revés. Y aquí llega la triste paradoja, y es que quienes acusan de adoctrinar sobre caza son precisamente los que actúan de una forma llamativamente dogmática y llena de prejuicios. Se puede simpatizar o no con la actividad cinegética, pero explicar en las aulas qué es la caza no es más que trasladar a los jóvenes información sobre uno de los aprovechamientos de nuestros recursos naturales más importantes en la vida social y económica del medio rural ibérico, y en particular de Extremadura. La gestión del aprovechamiento cinegético se ilustra en las Universidades, y se desarrolla en las secciones de caza y pesca de cada una de las Consejerías de Medio Ambiente regionales de nuestro país. Hay técnicos, ingenieros, biólogos e investigadores especializados en este ámbito. No se trata de una afición de cuatro tarados obsesionados con matar animales, sino de una actividad reglada con un alto arraigo en nuestros montes y cuyo desconocimiento por parte de nuestros jóvenes no es algo que debamos celebrar. Hacer noticia de estas charlas, y además con el enfoque tendencioso mostrado por el periodista refleja la beligerancia con la que la caza es tratada gratuitamente.

Lo más relevante es que no informar a los escolares sobre caza mediante este tipo de charlas no les hará ni más libres ni más críticos. La mayoría de información que les llegue sobre la actividad venatoria vendrá ligada al tratamiento mediatico de la actividad; es decir, noticias sobre furtivismo, maltrato de animales y todo tipo de delitos. Esto construira en los jóvenes prejuicios insalvables sin una perspectiva que les permita juzgar con toda la información necesaria la importancia de la caza en la vida rural de nuestro país. Y es aquí donde está el meollo de la cuestión. Quienes critican que se hable a los escolares sobre caza pretenden sacrificar el derecho de los chavales a escuchar otra visión diferente a la netamente urbana y mediática sobre esta actividad, para saciar su certeza absoluta de que la caza es una actividad deplorable y a extinguir. De nuevo la paradoja: sectarios acusando de adoctrinar. No es la primera vez que el diario.es publica este tipo de textos de fuerte calado visceral que ahondan la brecha entre la mentalidad urbana y la cultura rural, como pudimos comprobar en el artículo “La naturaleza no se ama a tiros” (2) publicada por un ilustre a la par que irresponsable conservacionista.

Por otro lado, habrá quien critique que sea la Federación de Caza de Extremadura quien imparta estos cursos, en vez de técnicos o expertos contratados por la Junta de Extremadura. Sin embargo, la mayor parte de programas de Educación Ambiental se subcontratan con dinero público y son llevados a cabo por empresas, asociaciones o ONGs. Organizaciones como Ecologistas en Acción o SEO/BirdLife acceden a la financiación con dinero público de multitud de acciones y programas ligados a la Educación Ambiental. ¿Por qué motivo una federación de cazadores sin ánimo de lucro no podría llevar a cabo una actividad divulgativa sobre la práctica que más conocen? La acusación de pretender hacer cantera por parte de la Federación de Caza también manifiesta importantes prejuicios hacia la caza. Se imaginan una charla sobre ganadería extensiva impartida por ganaderos y financiada con dinero público en el que se acuse a estos de fomentar el consumo de carne y adoctrinar a los escolares para que sean pastores. Obviamente no. Escuchar una charla sobre caza no te incita a ser cazador, del mismo modo que escuchar una charla sobre cómo se obtienen la madera y el papel no te invita a ser leñador. Lo que si puede aportar este tipo de charlas es favorecer que los jóvenes dispongan de mayor información para juzgar esta actividad, reducir la brecha entre la vida urbana y la rural, y evitar la profusión de prejuicios estériles y generalizaciones que toman la parte por el todo. Los que estén en contra de esto último que se lo hagan mirar, porque (1) toman a nuestros jóvenes por ignorantes y (2) tienen un concepto de tolerancia extremadamente limitado.

Solo cabría una posibilidad coherente para criticar estas charlas: asumir que la caza es una actividad nociva para el medio natural y que debe ser prohibida inmediatamente. De ser así, eldiario.es podría acompañar estas noticias con otras criticando que la Junta de Andalucía, la Junta de Castilla y León o la Generalitat Catalana financian centros de interpretación de la Naturaleza en los que se divulga la importancia socioeconómica de la caza en nuestros territorios. También deberían abogar por eliminar el centro de investigaciones cientificas ligadas a la fauna cinegética del CSIC (IREC) (3) financiado con dinero público. Y como no, pedir inmediatamente que deje de financiarse todos los proyectos de investigacion ligados a la gestión cinegética que existen en las Universidades Públicas y se pagan con dinero de nuestros impuestos.

 
Museo de Fauna Cinegética ubicado en el Parque Natural de la Sierra de Cazorla (Jaén)                                                              

En resumen, el trasfondo de quienes acusan de adoctrinar sobre caza a la Junta de Extremadura o la Federación Extremeña de Caza vislumbra un pensamiento esencialmente dogmático y que bebe de aquello que Javier Yanes advertía en su artículo: “El ecologismo no debe caer en la trampa animalista” (4). Un mal endémico de esa parte de nuestro conservacionismo patrio con menor altura de miras que vincula el uso del monte a solo las actividades catalogadas como moralmente aceptadas por ellos: senderismo, contemplación, turismo rural, etc. Viendo su actitud, puede decirse que existe un concepto de Educación Ambiental que tristemente no interesa en la ciudad, y es aquel que no responde a los anhelos y construcciones sociales propias de quienes viven muy lejos de la cotidianidad del medio rural. Probablemente les guien buenas intenciones, pero se equivocan. La Educación Ambiental no debe servir a los anhelos morales de una parte de nuestra sociedad, sino al futuro de nuestro patrimonio natural colectivo. Si no entienden esto, y además pretenden estigmatizar a quienes divulgan actividades que son relevantes en la gestión de nuestros montes y la vida de sus gentes, tengan clara una cosa: ustedes no creen en la Educación Ambiental, sino en quimeras.




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1 - http://www.eldiario.es/sociedad/educacion-publica-Extremadura-programa-promocionar_0_612089541.html

2 - http://www.eldiario.es/zonacritica/naturaleza-ama-tiros_6_591500853.html

3 - http://www.irec.es/en/ 

4 - http://blogs.20minutos.es/ciencias-mixtas/2014/05/13/el-ecologismo-no-debe-caer-en-la-trampa-animalista/

miércoles, 17 de agosto de 2016

A quienes defienden los cebaderos



A algunos nos contaron de pequeños que el paso del tiempo traía irremediablemente el progreso, pero la realidad es testaruda y nos demuestra que nada más lejos de lo que las películas y los deseos nos pretenden hacer ver. Así, el campo está cada vez más degradado y abandonado, la fauna cinegetica que vertebró nuestra afición venatoria es cada vez más escasa, y la sociedad española no da simbolos de tener menos miedo que vergüenza. En este orden de cosas, parece ser que algunos siguen defendiendo prácticas "cínegéticas" (por llamarlas de alguna forma) por el mero hecho de llenar algunos bolsillos y/o asegurar grandes perchas. Entre estas innobles, pero frecuentes, prácticas se encuentra  el uso de cebaderos para atraer tórtolas y palomas durante la Media Veda. Desafortundamente, algunos "aficionados" han abandonado la cueva de quien sisa y no quiere ser descubierto, por la defensa hueca y altiva de cebar animales para después darles caza, como si fuera una mera cuestión de opinión. En la mayoría de los casos el argumento esgrimido por estos sujetos está ligado a su propio interés personal. Es decir, se trata de aficionados que habitualmente usan los comederos como base para cazar tórtolas y palomas durante la Media Veda, con o sin ánimo de lucro. Aunque en este blog ya hemos hecho una amplia valoración [1] sobre lo que representan para la caza y la conservación de la tórtola los comederos, vamos a hacer una breve reseña de por qué consideramos que esta práctica debe ser extirpada de la venatoria lo antes posible.


 Caza social y ética venatoria


El uso de cebaderos en un coto concreto tiene un efecto substancial en las fincas colindantes. En la mayor parte de los casos, los cebaderos se llevan a cabo en fincas privadas. En los cotos sociales no existen los cebaderos, ya que nadie gasta dinero en tirar pipa durante semanas para que luego las tórtolas y palomas sean cazadas por cualquier paisano. Así, los cebaderos realizados en fincas privadas, tanto por vendedores de puestos como por pequeños grupos de amigos, atraen a las tórtolas y palomas de la zona, lo cual hace que en el resto de cotos la densidad de pájaros sea mucho menor. Cuando el uso de cebaderos era nulo o residual, hace apenas unos años, los pájaros se repartían por el territorio, y tórtolas y palomas se distribuían por los rastrojos de cualquier finca cercana a su área de cría. Solo los girasoles ubicados en zonas con poca superficie sembrada de este cultivo tenían capacidad para atraer una mayor densidad de aves hacia una finca determinada. Aquí las virtudes del cazador tenían su peso, y el que más tiempo dedicaba a conocer los pasos y querencias de las aves por su coto, mejores resultados obtenía durante la Media Veda. Por el contrario, si en la zona en la que se ubican cotos sociales hay cebaderos, quienes más tórtolas y palomas cazarán en esa comarca serán unos tipos que por lo común habrán recorrido centenares de kilómetros y abonado al menos 300-400 euros por puesto, mientras que el del coto del pueblo se preguntará por qué ve tan pocos pájaros este año. El dinero llena el morral, y al cazador del medio rural ajo y agua. Por cierto, ¿saben que dicen las Federaciones que tanto apelan a la caza social sobre este asunto? Nada.


Conservación y gestión del hábitat

La actividad cinegética tiene una serie de valores añadidos que benefician a las fincas en las que se práctica, que van desde la presencia de un grupo de personas interesadas en su conservación (evitar incendios, vertidos, furtivismo, etc.) a que ciertas medidas como la implantación de bebederos y siembras favorezcan a numerosa fauna autóctona. De esta forma, quienes apalabraban con el propietario o agricultores de su coto sembrar unos trigos y algo de pipa podían ver su esfuerzo de gestión recompensado durante la Media Veda, brindando además comida y refugio a toda la fauna cinegética del coto desde Noviembre hasta Septiembre. Sin embargo, con los cebaderos toda esta cuestión se desvanece. Con los comederos, la actividad cinegética deja de ser útil para la conservación del hábitat, ya que basta tirar grano por unos caminos durante mes y medio para perpetrar la faena. Eso sí, los gorriones y estorninos se darán el verano de su vida, todo un gesto conservacionista por parte de los organizadores.


Estado de conservación de la tórtola común


A ningún cazador con dos dedos de frente se le escapa que la tórtola ha sufrido un grave descenso poblacional durante los últimos años. De hecho, existen cada vez más voces que piden una moratoria de su caza en España, y son ya varias las CC.AA que han prohibido su aprovechamiento. En este sentido, es en los cebaderos donde se producen la mayor cantidad de tórtolas abatidas, tanto por la concentración de aves que allí se da, como por la ceguera con la que estos pájaros entran a estos lugares a comer. Así, mientras que las palomas torcaces son más gregarias y al sentir los tiros se dan la vuelta o entran a gran altura, las tórtolas siempre cumplirán a distancia de tiro, chorreadas y se adentrarán en el cebadero aun habiendo disparos en ese momento. Una mezcla explosiva que hace que hasta en los comederos en los que ponen los puestos muy próximos y la gente tira a todo, sean muchas las tórtolas abatidas. De los cebaderos bien organizados en zonas tortoleras ni hablamos, habiendo aún tipos sin escrúpulos capaces de colgarse 50-70 o 90 tórtolas en un día. Este tipo de cazandangas no son nadie sin cebaderos, y son los individuos que hoy están matando las 3/4 partes de las tórtolas cazadas en España. Así, las tórtolas capturadas en alguno de estos cebaderos equivalen a las abatidas en decenas y decenas de cotos sociales y de pueblo de sus alrededores, en los que apenas se producen algunas capturas esporádicas que acompañan a las torcaces. Es precisamente en los cotos sociales donde se práctica una caza de la tórtola compatible con su actual estado de conservación y donde difícilmente se llega a los cupos. Sin embargo en la mayoría de cebaderos los cupos jamás se respetan, ya que nadie está dispuesto a pagar entre 300 y 400 euros para cobrar 10 tórtolas. Por tanto, si queremos seguir cazando la tórtola habrá que mantener y defender exclusivamente su caza más tradicional y menos lesiva, priorizando la caza social por encima de los negocios y los caprichos de aficionados de baja alcurnia venatoria.




Legitimación social


Finalmente, conviene recalcar que el alejamiento entre el medio rural y urbano limita cada vez más la comprensión de ciertas prácticas tradicionales en una parte mayoritaria de nuestra sociedad. Para poder hacer entender el valor de la caza bien practicada hay que mostrar sus virtudes sociales, económicas y ambientales; y aun así no resulta fácil. Teniendo esto en cuenta, resulta bastante complicado explicar la ética y el sentido de la caza cuando algunos se dedican a atraer animales con cebo durante semanas a un lugar determinado para finalmente liarse a tiros con ellos. Si a esto le sumamos que la especie ha sufrido un descenso más que considerable y su aprovechamiento cinegético está en cuestión, ya dirán ustedes la imagen que damos los cazadores en conjunto cuando se habla de cómo cazan algunos las tórtolas. Defender la caza racional y tradicional es factible, y suma a mucha más masa social de la que aparentemente pudiera parecer. Pero cuidado, si en el actual contexto no abandonamos ciertas prácticas abusivas y vergonzantes perderemos valiosísimos apoyos, y lo pagaremos socialmente caro como colectivo.


Coherencia y futuro


Así pues, aviso a equidistantes e indiferentes. Si afirmamos que nos importa la conservación de la menor y la defensa de una caza sostenible y responsable, tenemos el deber de actuar en consecuencia. El uso de los cebaderos, particularmente en el caso de la tórtola común, debe ser prohibido y perseguido por las Consejerías de Medio Ambiente, ya que es su responsabilidad legal y política. Asimismo, quienes desde Federaciones y organizaciones venatorias dicen defender la caza social tienen la obligación moral de exigir dicha prohibición a las administraciones. Finalmente, quienes siguen participando en tiradas de tórtolas asociadas a comederos deberán hacer autocrítica y pensar en volver a cazarlas como se ha hecho siempre: al paso y con la incertidumbre de si habrá éxito o no. Si no lo hacen, que no nos pidan ir en futuras manifestaciones junto a ellos, no defendemos lo mismo.

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[1] La otra Media Veda y los anticaza. Blog Caza Crítica. http://cazacritica.blogspot.com.es/2013/09/la-otra-media-veda-y-los-anticaza.html